
Roman Polanski le debía a su propia filmografía una película sobre la segunda guerra mundial. Antes que a Spielberg, le ofrecieron a él dirigir “La lista de Schindler”, pero no aceptó, buscaba algo más relacionado con lo que él pasó en el gueto judío de Varsovia, algo más subjetivo… y cuando descubrió el libro “El Pianista”, el relato narrativo en primera persona de Wladyslaw Szpilman, supo que eso era lo que quería llevar al cine.
Polansky fue un niño de la guerra, escapó por su propio pie del nazismo cuando era un niño, y lo consiguió él solo, pues sus padres no tuvieron la oportunidad de liberarse del holocausto.
La historia de Polanski es increíble, totalmente de cine, y aprovecho para recomendar su biografía escrita por Christopher Sandford, “Polansky”, y es que yo siempre prefiero una biografía NO oficial a las supervisadas, entenderéis por qué.
Lo dicho, la vida de este director que empezó desde lo más bajo que se pueda imaginar, está repleta de aventuras y anécdotas que te dejarán perplejo. Piénsalo bien, como un niño judío al que dejan huérfano de padre y madre, escapa del nazismo y llega a ser uno de los directores más importantes del cine… a esto añade la polémica con la niña de 13 años Samantha Geimer, y el caso Manson, el cual envió a sus demonios para matar de la manera más cruel a su esposa Sharon Tate y amigos…
Bueno, centrémonos en la película “El Pianista”.
SINOPIS:
Wladyslaw Szpilman, un brillante pianista polaco de origen judío, vive con su familia en el ghetto de Varsovia. Cuando, en 1939, los alemanes invaden Polonia, consigue evitar la deportación gracias a la ayuda de algunos amigos. Pero tendrá que vivir escondido y completamente aislado durante mucho tiempo, y para sobrevivir tendrá que afrontar constantes peligros.
Polanski ve en este personaje la manera de plasmar en la película recuerdos que arrastraba, y así, de algún modo, expulsarlos para sentirse aliviado.
El guión fue adaptado de manera que hubiera cabida para escenas sacadas de la memoria del director, por ejemplo la escena donde un niño queda atrapado entre la pared del muro que refugia a los judíos y la ciudad de Varsovia, esa escena donde los soldados de las SS le patean hasta matarlo sin que el protagonista pueda desatascarlo… es una escena vivida por el propio Polanski, la vio con sus propios ojos.
También vivió la escena donde los soldados nazis sacan a una familia a la calle y a una de las judías se le ocurre preguntar dónde les llevan, suficiente para que el nazi le vuele la cabeza de un tiro delante de toda su familia. Bueno, pues eso es también un recuerdo de Polanski.
Esto que cuento no es que lo sepa por sabiduría divina, lo tenéis en los extras del DVD de la propia película. En él también explican cómo recrean una escena de una propia filmación nazi. Los nazis documentaban todo gráficamente con filmaciones y fotografías, lo cual ha dado lugar a un estudio muy exhaustivo de toda aquella locura. Una de esas filmaciones mostraban como lanzaban a un señor mayor con silla de ruedas incluida, por el balcón, de nuevo, delante de su familia. Este documento real fue representado exactamente de igual forma (un plano frontal desde el edificio de en frente, mostrado en original y recreación en los extras) en la película, en la llamada “noche de los cristales rotos”.
No hace falta decir lo magistral de este film, con un Adrien Brody descomunal, y una fotografía a cargo de Pawel Edelman, capaz de plasmar a la perfección el caos y la destrucción de la guerra.
Está de más que hable de esta cinta a modo de crítica, pues se me queda grande. Tan sólo quería aportar anécdotas que levanten la curiosidad de quienes aún no la han visto. Es dura, muy dura… y no se toma la molestia de apaciguar la crudeza como lo hizo Spielberg en “La lista de Schindler”. Polanski muestra lo que hay, y lo hace a todo detalle, detalles de quien lo ha vivido.
Detalles sutiles pero que de alguna forma son percibidos por el cerebro. Por ejemplo: en la muerte de una chica durante una revuelta en la calle, donde queda sin vida en una posición extraña tendida en el empedrado… y en una elipsis, cuando después de un tiempo el protagonista baja a la calle, ésta sigue igual… sí, es lógico, pero al no centrar la atención en ese detalle, tan sólo dejarlo de fondo, crea esa sensación de realismo tan impresionante.
Roman Polanski no pudo ir a EEUU a recoger el Oscar al mejor director por la ley aún vigente de detención contra él por el caso Samantha Geimer. Fue Harrison Ford quien se lo llevó a Europa en mano.
“El Pianista” es tal vez el relato que mejor representa el sufrimiento humano por escapar del holocausto.